Bosnia y Herzegovina es un país con una franja de costa en el mar Mediterráneo, con muchos bosques profundos y altas montañas. En realidad, todo esto está hecho a la medida para que el turismo aporte divisas. Y aquí no sólo hay muchas vistas, sino también símbolos de reconciliación.
El primero y más importante es el puente de piedra de quinientos años Stari Most, en la ciudad de Mostar. Está en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, fue destruida durante la guerra y rápidamente reconstruida. El hito de esta antigua ciudad siempre se ha considerado un puente simbólico entre Oriente y Occidente. Atraviesa el río Neretva y conecta el oeste de la ciudad de Mostar, de influencia católica, con el este, hogar ancestral de los que profesan el Islam. Es habitual que los jóvenes se lancen al río desde el puente, casi siempre por unas monedas de los turistas.
En Bosnia y Herzegovina, los visitantes perciben muy pronto que este país es una especie de interfaz entre Occidente y Oriente. El arte, por ejemplo, siempre ha estado sujeto a diferentes influencias, y cualquiera que se asome a los museos del país encontrará vasijas de arcilla neolíticas, mosaicos romanos y objetos cotidianos cristianos e islámicos. La cocina tradicional del país también abarca el arco entre Occidente y Oriente. Los que lo deseen pueden probar allí los dulces orientales. O pruebe las especialidades típicas austriacas. Un viaje de ida y vuelta por el país ofrece interesantes motivos fotográficos al pie de los Alpes Dináricos y en la capital, Sarajevo, donde el recuerdo de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984 aún se mantiene vivo aquí y allá. También es el recuerdo de tiempos pacificados.
Numerosos observadores políticos de los acontecimientos en los Balcanes están de acuerdo: el país de Bosnia y Herzegovina es muy difícil de gobernar. Las diferencias étnicas son demasiado grandes, los recuerdos de la guerra que siguió a la desintegración de Yugoslavia en los años 90 están demasiado frescos. Por aquel entonces, las tropas serbias, bosnias y croatas libraron una amarga guerra civil. Posteriormente, la comunidad internacional no logró encontrar soluciones para unir a los diferentes grupos de población. Ahora las esperanzas del país descansan en una generación joven que no tiene interés en nuevos conflictos.
